Teniendo como base el concepto planteado por la Organización Mundial de la Salud, “La salud es un estado de bienestar físico, mental y social completo, y no meramente la ausencia del mal o la enfermedad”. Si queremos entenderla, es necesario tener en cuenta múltiples procesos que no funcionan de manera independiente, sino que se relacionan directa y dinámicamente con cada uno de los seres humanos. Este conjunto de factores debe llegar a un equilibrio en el cual pueda considerarse a un individuo como saludable.
En este sentido, el canadiense Marc Lalonde planteó en 1974, los llamados determinantes de la salud, que involucran condiciones sociales, económicas, culturales y medioambientales que, en conjunto, y si se encuentran o no en equilibrio, podrían determinar el estado de salud de las personas. Estas condiciones son únicas para cada uno, y no siempre tenemos control sobre ellas.
La evolución del concepto
Pero el concepto no siempre estuvo tan organizado como en la actualidad. Para los hombres primitivos las enfermedades y los males que aquejaban a la población tenían una connotación sobrenatural, relacionada con los dioses y con castigos divinos a consecuencia de sus malas acciones. Sin embargo, con la colonización y la imposición del cristianismo, estos castigos o males se asociaron a la religiosidad (o falta de esta), para evolucionar gradualmente.
Gracias a la exploración y observación del comportamiento humano y del trabajo de muchos investigadores, apoyados en conceptos más sociológicos, bases científicas y fundamentación teórica, llegamos al concepto actual. Finalmente, varios autores coinciden en la necesidad de equilibrio dentro de la definición de salud.
El concepto, sin embargo, no deja de ser evolutivo, pues todo lo que hoy consideramos como un hecho, puede cambiar conforme cambia y crece nuestra sociedad.
Equilibrio salud – enfermedad
Pero ¿es posible hablar de salud dejando a un lado el concepto de enfermedad? La respuesta es no, pues no se considera a la salud como un estado absoluto. Es mejor entenderla como una escala variable en la que podemos ubicarnos en algún grado de bienestar. Si tenemos en cuenta los factores ya mencionados, y cómo estos se ven afectados en el contexto de cada persona, se podría ubicar más alto o bajo en esa escala imaginaria. Sería utópico plantearse un bienestar absoluto en cada uno de los factores sociales, pues no todos dependen de las decisiones y hábitos del individuo, sino del contexto social y ambiental donde se encuentra. La línea que divide la salud y la enfermedad es difusa, es probable que no exista un límite exacto entre ambos conceptos.
Entonces ¿cómo diferenciarlos?
La separación de ambos conceptos solo debe realizarse con fines de practicidad, pues como mencionaba anteriormente, la persona debe ubicarse en algún tono del espectro como si de una paleta de colores se tratara.
Por ejemplo, enfermedades como la diabetes o la hipertensión pueden permanecer latentes durante mucho tiempo, sin que la persona que la padece pueda identificar que está enferma. Por lo tanto, durante esta etapa de desconocimiento se considera sana, aunque realmente no lo esté y no se haya identificado el factor que altere la armonía del concepto utópico de salud.
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En mi opinión, ambos términos deben considerarse como un todo, si se pretende debatir al respecto. No es posible revisarlos por separado. Como ya sabemos, la salud y la enfermedad comprenden un sinnúmero de variables que se relacionan constantemente para ubicarnos en un punto, dentro de un gran espectro de posibilidades.
Enviado por Lina Rodríguez Rada, Médico Interna, para Puntos Saludables.
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